Motivación y Actitud

Motivación y Actitud

Un profesor que tuve en la universidad definía motivación como “una especie de energía biopsíquica que impulsa al individuo a la acción, lo sostiene perseverantemente en ella y orienta su rumbo hacia donde se encuentren las metas deseadas”. Se podría decir que las motivaciones o motivos pueden ser de naturaleza fisiológica, psíquica e incluso sociocultural; y según se conjuguen con los estados afectivos y vivencias personales del sujeto, tendremos motivaciones diferentes para cada persona.

La motivación tiene tantas vertientes, que generalizar sus causas sería una tarea compleja. Existen teorías como la Teoría del instinto (Freud, Lorenz,…) que supone que toda conducta esconde en el fondo una causa instintiva, un impulso innato. El Conductismo (Watson, Hull, Bandura,…) al contrario, considera la motivación como resultado del aprendizaje o fruto de experiencias previas. El Factorialismo (Eysenck) opina que las características de personalidad, patentes en los análisis factoriales desvelarán los esquemas de motivación. El Personalismo (Allport) interpreta que las motivaciones surgen de los instintos psicofísicos, pero que en estados superiores del desarrollo humano surgen otros motivos secundarios que  funcionan independientemente de las tendencias primarias; así se entendería que las motivaciones, intereses y ambiciones varíen en contenido e intensidad en las diferentes etapas de la vida. Sin embargo, no está demostrado que las motivaciones humanas respondan a ninguno de estos patrones aisladamente, sino que todos los niveles de motivación suelen darse mezclados.

Ahora bien, si queremos profundizar en que es lo que nos motiva o no, un aspecto importante a analizar sería el concepto de “actitud”. Gordon Allport definía actitud como “un estado mental y neuronal de disponibilidad que ejerce influjo directivo o dinámico sobre las respuestas del individuo a todos los objetos y situaciones con que está relacionado y que se forma a base de experiencia”. Es decir, sería un modo de ser o estar respecto a alguien o a algo que condicionaría la conducta de una persona. Las actitudes pueden asemejarse a pequeños trocitos psíquicos que se han ido formando a lo largo de la vida de un sujeto en su relación con ambiente social que le rodea. Es como si fuesen las moléculas elementales que configurasen la conducta, y por tanto, la motivación de una persona. En principio, estas moléculas rigen el comportamiento humano por cauces relativamente estables y por eso, previsibles. Luego, no es casualidad que cada vez más, el factor que tiene más peso a la hora de confeccionar plantillas de trabajo, sea la actitud del trabajador; frente a otros más tradicionales como sus conocimientos o titulaciones.

Esta disposición o actitud de una persona respecto a un estímulo que le resulte motivante, consta de tres componentes: el cognitivo, el afectivo y el comportamental.

El factor cognitivo sería algo así como activar en un determinado momento un esquema mental aplicado en anteriores ocasiones a un objeto o situación en el presente. De hecho, ciertos autores consideran que las personas gozan de un perfecto control racional de sus actitudes, olvidando, quizá el influjo irracional que ejercen las emociones sobre el comportamiento humano.

El componente afectivo de una actitud son los sentimientos, las emociones, el estado de ánimo, y para muchos autores este es el elemento más importante de la motivación. Otros, en cambio, consideran que este componente afectivo es solo resultado de la cognición; es decir, que los sentimientos y estados de ánimo no ocurren independientemente del factor cognitivo. En otras palabras, será difícil separar esas creencias, opiniones, juicios; del componente sentimental y de las reacciones que ese objeto pueda crear en uno mismo.

Por último, el componente comportamental alude a que las actitudes no son sólo informaciones, creencias o ideas sobre una cosa u otra, sumadas a una reacción emocional suscitada por ellas. Existirá una predisposición de las personas a actuar frente a esos objetos más o menos fija y, a veces, observable externamente. El componente comportamental apunta a la manera en que una respuesta puede ejercer un influjo sobre la conducta un sujeto y predisponerle a actuar de manera similar en futuras ocasiones.

Parece pues, que estos tres componentes tienden a la correspondencia, aunque no es nada raro observar falta de correlación entre el componente afectivo y el cognitivo, y entre cualquiera de estos dos componentes y el comportamental; debido quizá, a que la conducta concreta del individuo no está determinada sólo por sus actitudes, sino también por factores externos o situacionales.

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